RIESGOS CATASTRÓFICOS: EL DOLOR DE CABEZA DE LAS ASEGURADORAS

Huracanes, terremotos, incendios… son riesgos catastróficos que toda aseguradora se puede topar. ¡Aquí te decimos qué son y cómo enfrentarlos de la mejor manera!

Para esta temporada 2021, la Comisión Nacional del Agua pronosticó que alrededor de 40 ciclones tropicales podrían formarse cerca de México, con la amenaza de que siete de ellos toquen tierra, un número que rebasa el promedio histórico nacional, que es hasta máximo cinco. Frente a este panorama, la Conagua ha insistido que las autoridades correspondientes, así como la población en general, deben estar preparadas para el impacto de los ciclones en territorio nacional.

No hay que echar en saco roto la advertencia de la entidad gubernamental. Tan solo baste recordar la desastrosa temporada de huracanes de 2005, cuyo huracán Wilma, que azotó las costas de Quinta Roo, costó a las aseguradoras $1,780 millones de dólares, equivalente en pesos a los siete siniestros más costosos que se conocían en México.

Los huracanes es tan solo uno de los riesgos catastróficos que puede enfrentar una aseguradora; hay muchos más y de diversa índole.

 Pero, antes, de continuar, vale la pena definir qué se entiende por riesgo catastrófico. Según el Diccionario de Seguros de la Fundación Mapfre, riesgo catastrófico es, en términos técnicos,  un “suceso con baja probabilidad de ocurrencia y alta intensidad en su manifestación por la afectación masiva de un gran número de expuestos al riesgo”.

Acorde a la anterior definición, los riesgos catastróficos pueden ser clasificados en dos tipos:

  1. Desastres naturales de gran magnitud:
  2. Sismos de alta intensidad (con o sin tsunami) y erupciones volcánicas.
  3. Huracanes, ciclones, tempestades tropicales de gran intensidad, tifones, así como tornados y otros fenómenos de fuertísimos vientos sin lluvia.
  4. Grandes deslizamientos de tierras (como aludes y huaycos), y las inundaciones muchas veces asociadas a lluvias.
  5. Incendios forestales.
  6. Sequías y grandes olas de frío.
  7. Desastres causados por el hombre o antropogénicos:
  8. Guerras de alto impacto destructivo, tanto externas como civiles.
  9. Grandes atentados terroristas u oleadas de atentados terroristas
  10. Crimen organizado desbocado y fuera de control.
  11. Grandes accidentes de contaminación industrial, incluyendo la nuclear.
  12. Disrupciones graves de telecomunicaciones y tecnológicas.
  13. Grandes hambrunas.
  14. Grandes pandemias.

Como ejemplo de un desastre natural ya se señaló al huracán Wilma. Pero de los desastres causados por el hombre tenemos como muestra la pandemia ocasionada por el COVID-19, que tan solo en el caso de México, ya se  perfila para ser el primer evento más catastrófico en la historia de la industria aseguradora mexicana, con un costo cercano a los $2,000 millones de dólares.

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Industria aseguradora: amortiguador de riesgos

En las últimas décadas, los riesgos catastróficos han presentado un significativo incremento de frecuencia e intensidad en todo el mundo. De acuerdo los expertos, esto se debe principalmente al cambio climático, al aumento de aglomeraciones urbanas susceptibles a este tipo de eventos, y a la creación de áreas muy industrializadas, donde la concentración de daños económicos son potencialmente mayores.

A pesar de esos factores, que hacen más difícil predecir con fiabilidad la ocurrencia de los siniestros, la industria aseguradora permanece como un pilar fundamental en la economía global, al amortiguar, en lo posible, las pérdidas ocasiones por los siniestros derivados de estas catástrofes que se van presentando con una frecuencia irregular y excesiva.

Como amortiguador en la compensación de daños, las aseguradoras trabajan con análisis de estadísticas y probabilidades que arrojan resultados predecibles; es decir, cuántos eventos ocurren en el año. Para este tipo de riesgos catastróficos,  que por ejemplo pueden ser movimientos geológicos o fenómenos hidrometereológicos, las aseguradoras evalúan la exposición de los riesgos a través de las zonas CRESTAS (Catastrophe Risk Evaluation and Standardizing Target Acucumulations), las cuales están definidas para la mayor parte del mundo y de México.

En el caso de México, también se cuenta con la zonificación de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS), que ofrece un catálogo de zonas de terremoto y riesgos hidrometereológicos por código postal, municipio y/o estado, que permite a las compañías de seguros contar con elementos suficientes para una adecuada toma de decisiones para elaborar tarifas y evaluar siniestros.

Sin embargo, cuando esos riesgos catastróficos se desvían de la estadística calcular, la mejor defensa para cualquier compañía de seguros es un adecuado programa de reaseguros. Como dicen los especialistas en el tema, “sin el reaseguro, una compañía de seguros estaría limitada por su capacidad financiera a la que se obligó en determinada póliza o pólizas de seguros, lo cual no resulta suficiente si el evento genera pérdidas masivas o colectivas”.

Pero de igual manera que un reasegurador no puede enfrentar todos los compromisos de los riesgos catastróficos, esas entidades también deben de acudir al mercado de retrocesión. Este, definido en el Diccionario de la Fundación Mapfre, “es un reaseguro que hace el reasegurador de una parte del riesgo que él previamente ha asumido”.

Gestión de riesgos: prevenir antes que remediar

Cualquier riesgo catastrófico puede gestionarse de diferentes formas, tanto a nivel micro (personas, empresas y otras organizaciones, como a nivel macro (con intervenciones colectivas de empresas, sus gremios y acciones estatales). Con lo anterior, establecemos que la gestión de riesgos es “la cultura, procesos y estructuras que se encargan de, por una parte, minimizar los efectos negativos de los riesgos, y por otra, de beneficiarse de sus oportunidades para alcanzar los objetivos fijados los responsables de una organización”.

Esto se consigue a través del establecimiento de una política de gestión y la aplicación sistemática de técnicas de dirección y procedimientos específicos orientados a la identificación, análisis, tratamiento, control y revisión de los diferentes tipos de riesgos. Estamos hablando de un sistema de gestión de riesgos, que no solo está diseñado para identificar el riesgo; también, para poder cuantificarlo y predecir su impacto en el proyecto.

De acuerdo a lo anterior, se desprende que la gestión de riesgos debe ser un proceso continuo y, como tal, debe ejecutarse no solo al principio del proyecto, sino de forma continua a lo largo de la vida del proyecto.

En un plan de contingencias, el equipo de proyectos de una organización debe participar en el proceso de solución de un problema. El resultado final será un plan que se pueda aplicar al momento y que debe incluir las siguientes respuestas a los riesgos:

  • Prevención: Eliminación de una amenaza específica, a menudo al eliminar la causa.
  • Mitigación: Reducción del valor monetario estimado al bajar la probabilidad de ocurrencia.
  • Aceptación: Aceptar las consecuencias del riesgo.

El desarrollo de un plan de contingencia o medidas preventivas para el riesgo debe cumplir dos condiciones:

  1. El equipo de proyectos convertirá en tareas las ideas que fueron identificadas para reducir o eliminar las probabilidades de riesgo.
  2. Si ocurren las tareas identificadas para gestionar el riesgo, se deben desarrollar en pequeños planes de contingencia que pueden dejarse de lado. Si el riesgo ocurre, entonces se aplican las tareas identificadas, reduciéndose así la probabilidad de tener que gestionar una crisis.

En resumidas cuentas, como decía un alto directivo del área  Ingeniería de Riesgos y Prevención de Pérdidas de Aon Risk Service en relación a las millonarias pérdidas que el huracán Wilma ocasionó a nuestro país en 2015, la preparación por medio de la educación siempre cuesta menos que el aprendizaje por medio de una tragedia. “Hay que invertir para que no les pase nada (a los clientes) o para que puedan reanudar operaciones lo más rápido posible”, concluía.

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    Sector asegurador / Gestión de riesgos

AUTORA: GUADALUPE RICO TAVERA

JULIO 2021